El fracaso, considerado como la frustración de un proyecto, puede ser individual o colectivo. Cuando tenemos la constatación personal de haber fracasado, por ejemplo, en nuestro proyecto de vida, ¿debemos de cargar exclusivamente con la culpa, o se debe repartir entre los que participaron del proyecto?. Llegados a este punto, las inculpaciones y la autodefensa de la "razón" de cada uno de los implicados en el fracaso que creen tener, turba el panorama de tal manera que no hay forma humana de llegar a conclusiones que nos permitan no volver a fracasar. El ere que ere en nuestro discurso es el peor camino para despejar el futuro. Así una y otra vez nos vamos limitando más y más en nuestra percepción sobre la vida, y cada vez somos un poco mas celosos de nuestras estupideces que tanto daño nos causan.
Con los años vividos, es cierto aquello de que cada día nos hacemos más impermeables a aceptar una vida relacional, hasta llegar a defender a ultranza nuestro individualismo y en ocasiones, hacer de ello un trofeo ecuménico.
Particularmente considero haber tenido fracasos evidentes, que pesan, ¡y cuanto! en la mochila de la vida, y a la hora de analizar detenidamente cada caso, encuentro un error recurrente, el no haber dejado claro desde el primer momento mis convicciones y patrones de vida, y en lugar de defenderlos, me he dejado llevar por las circunstancias impuestas con el fin de agradar y aferrarme con apego a lo que se presentaba como grandiosa posibilidad. Tremendo error cuando se cree que el tiempo todo lo arregla.
En la vida hay que ceder, es más, se debe ceder en aras de la convivencia, pero nunca al extremo de colisionar con nuestra identidad y principios fundamentales. Cuando así actuamos, estamos llamando a la puerta del fracaso.
Por lo tanto y respondiendo a la pregunta del comienzo, hago mía la responsabilidad de mis fracasos, simplemente por no haber sido sincero con migo mismo.
No obstante lo expresado, sigo creyendo que lo bueno de la vida está POR VENIR, y al porvenir me referiré próximamente; tengo ganas de escribir sobre lo positivo de la vida
Con los años vividos, es cierto aquello de que cada día nos hacemos más impermeables a aceptar una vida relacional, hasta llegar a defender a ultranza nuestro individualismo y en ocasiones, hacer de ello un trofeo ecuménico.
Particularmente considero haber tenido fracasos evidentes, que pesan, ¡y cuanto! en la mochila de la vida, y a la hora de analizar detenidamente cada caso, encuentro un error recurrente, el no haber dejado claro desde el primer momento mis convicciones y patrones de vida, y en lugar de defenderlos, me he dejado llevar por las circunstancias impuestas con el fin de agradar y aferrarme con apego a lo que se presentaba como grandiosa posibilidad. Tremendo error cuando se cree que el tiempo todo lo arregla.
En la vida hay que ceder, es más, se debe ceder en aras de la convivencia, pero nunca al extremo de colisionar con nuestra identidad y principios fundamentales. Cuando así actuamos, estamos llamando a la puerta del fracaso.
Por lo tanto y respondiendo a la pregunta del comienzo, hago mía la responsabilidad de mis fracasos, simplemente por no haber sido sincero con migo mismo.
No obstante lo expresado, sigo creyendo que lo bueno de la vida está POR VENIR, y al porvenir me referiré próximamente; tengo ganas de escribir sobre lo positivo de la vida