Equilibrio fiscal, sobre como rebajar gastos e impuestos es más beneficioso
En un artículo anterior mostraba
como la debacle de Grecia no es producto de la adopción de drásticas medidas de
ajuste, sino del despilfarro previo. El
concepto de “ajuste” en la jerga proge, descalifica las medidas de austeridad,
porque en el discurso de un progre, este concepto no tiene lugar. Decía en
aquella ocasión, que los ajustes, si bien tienen por objeto equilibrar las
finanzas públicas, se puede hacer básicamente de dos formas: 1) bajando gastos
y subiendo impuestos (la receta clásica) o 2) bajando gastos y bajando
impuestos. Aunque en los dos casos se habla de bajar gastos, la forma de bajar
los gastos difiere. Sobre la primera forma no hace falta comentarios, todos
conocemos por vivida esa política, los gastos se bajan poco y los impuestos
sube al cielo; la segunda merece algunas palabras.
Por el lado de la disminución del
gasto público, se hace tan necesario bajar los gastos corrientes como los
subsidios (no la inversión), lo cual inevitablemente traerá aparejado un
sinceramiento del lado de los precios de
todos aquellos productos intervenidos, por ejemplo las tarifas de los servicios
y la energía. Otro componente del lado del gasto lo conforma el pago de la
deuda. Una economía desquiciada siempre observa un fuerte endeudamiento en
todos los plazos.
Observaremos que en amplísimos
sectores sociales (el número depende la intervención del Estado y del
clientelismo), la reducción del gasto traerá aparejada la perdida de ciento de
miles de empleos públicos y “clientelismo”,
ya que bajar el gasto corriente lleva a racionalización, y los primeros empleos
que caen son los prescindibles (los puestos que nunca debieran haber creado);
por otra parte, se verán aumentadas
significativamente las tarifas de todo tipo, producto del sinceramiento de los
precios. Por lo tanto, los sectores sociales
afectados consideraran esta forma de arreglar las cuentas públicas como
“nefasta”.
Ahora bien, habrá otros sectores cuyos
rendimientos del trabajo no dependen del
estado y por lo tanto no verán mermado su s ingresos, aunque si sentirán el
coste del sinceramiento de tarifas. El menor costo que debe pagar este sector
tiene lógica, ya que en el pasado fue su esfuerzo el que sostuvo los coste del
despilfarro y de la masa clientelar.
Por el lado de los impuestos,
rebajarlos en una primera instancia, significará posiblemente mayor déficit,
pero si ello ocurre, será solo por poco
tiempo. El hecho de que un gobierno rebaje impuestos tiene un efecto sobre la
psicología del capital y la inversión que generan una atracción fatal. Por otra parte, un gobierno que rebaja impuestos,
al mismo tiempo que libera tarifas, seguramente llevará adelante una
flexibilización del mercado laboral y una desregulación del comercio. Todo esto
genera una shock de confianza formidable que hace que en poco tiempo ese país
sea una realidad tan diferente, que ni la madre que lo pario lo reconocería.
Por el lado de la deuda, resulta mucho más fácil negociar quitas y deferir
pagos en un esquema del tipo 2) que en el 1), en el cual un planteamiento de
renegociación de deuda generará una mayor retracción del capital y la inversión
producto de la desconfianza. En el esquema 2) el clima de negocios facilita
formas más llevaderas de honrar los compromisos.
Entonces, ¿Porqué se aplican
medidas fiscales del modelo 1) y no del
2)?. Sencillamente porque en el primer tiempo, en el modelo 1) el impacto en los sectores
medios y bajos de la economía es relativo, se prescinde de menos empleos
superfluos, el gasto se baja pero no tanto, se produce así un continuo goteo a
la baja en la calidad y cantidad de las prestaciones y del nivel adquisitivo, y por lo tanto una
parte significativa de la sociedad (la más sufrida) se irá adaptando y aceptando el “ajuste” plásticamente.
Ahora bien, este forma de realizar el ajuste no llegará nunca a forjar una
sociedad prospera y económicamente fuerte. El esfuerzo inicial será menor, pero
el resultado a largo plazo pobre.
La aplicación de medidas del tipo
2) tienen en el primer tiempo, un impacto muy alto en las clases bajas
(justamente las más favorecidas por las prebendas del estado despilfarrador), por
lo que los gobernantes temen su aplicación por miedo a la revuelta social (los
sindicatos juegan un rol fundamental aquí). Sin duda el gobierno que con
autoridad, firmeza, convicción y una política monetaria en el corto plazo
dirigida a la creación de empleo, logre
contener la ira popular, en poco tiempo verá como el ambiente de inversión y
negocios que favorecen las medidas adoptadas, creara trabajo y prosperidad, y si se persevera en el intento, en poco tiempo ese
país será sin lugar dudas un gran país.
Si la casta progre llama a las medidas del tipo
1) “de corte neo liberal” como si del mismo diablo se tratara, a las medidas
del tipo 2) ¿Cómo las llamaría?, ya que en la idea de un progre, bajar
impuestos es favorecer a los que más tienen, COMO QUE SI LOS QUE MENOS TIENEN
PORCENTUALMENTE NO PAGARAN MÁS IMPUESTOS QUE LOS MAS RICOS!!!.