«Las ideas, incluso las grandes ideas, se pueden improvisar. Las creencias, no».
Ortega y Gasset
Articulo extraído de Ideas y Sugerencias para la Fundación de la Cuarta República
Descartado el centro político por inconsistente, nos quedan por analizar
que es (o son) la tercera vía. En la última década se han referido a ella
fundamentalmente dos pensadores, uno Ingles, Anthoni Giddens, y el otro alemán,
Jürgen Habermars, y aunque con distinto propósito, ninguno a propuesto una
teoría revolucionaria ni vanguardista. Aun más, considero que la Tercera Vía
que Giddens, diseñada para reforzar la posición política de Toni Blair, no es
más que oportunismo político sobre ideas que como veremos, llevan más de un
siglo de vigencia. Habermars propone un análisis muy riguroso sobre como
contrapesar el poder el dinero y la solidaridad, pero sus buenas intenciones no
siempre se perciben realizables.
El primer elemento engañoso que presenta la tercera vía, es que la
pretenden posicionar como un alternativa intermedia entre la derecha y la
izquierda, y el segundo que se la presenta como una doctrina moderna. Ni lo uno
ni lo otro. En un artículo publicado en La Clave, firmado por Heleno Saña, nos
recuerda que “El verdadero y más antiguo precursor de la tercera vía es Eduardo
Berstein, que entre finales del siglo XIX y principios del XX escandalizó a la
ortodoxia marxista declarando que era posible realizar el socialismo dentro del
marco capitalista”. Debo recordar que Berstein pertenecía al Partido Obrero
Democrático (alemán), inspirado por Lasalle y luego Engels, y que fuera
prohibido por Bismarck en 1878, y levantada su prohibición en 1890, el partido
adoptó una orientación marxista ortodoxa. En el congreso de Hannover de 1899,
Berstein, el albacea de Engels, abandona toda ofensiva revolucionaria en nombre
del gradualismo, y si bien fue condenado en el Congreso, recibe el apoyo de los
sindicatos socialdemócratas.
Saña continua con la historia y nos cuenta que “el 'Zentrum' fue originariamente
un movimiento confesional surgido en Alemania en 1852 con el objeto de defender
los derechos de los católicos combatidos por Bismarck. Disuelto en 1933 por
Hitler, reapareció tras la Segunda Guerra Mundial con el nombre de democracia
cristiana, convirtiéndose en la fuerza política más importante de los dos
países ex fascistas Alemania e Italia”. Y por último Saña recuerda que, “el
economista checoeslovaco Ota Sik publicó en 1972, tras el aplastamiento de la
Primavera de Praga, un libro titulado exactamente 'Der dritte Weg", esto
es, la 'tercera vía'.
Sobre el final de esta sección del ensayo, realizaré una distinción según
la línea esbozada al comienzo respecto del pensamiento de Habermars y de
Giddens, pera más allá de ello, me interesa rescatar una consideración de
importancia: cualquier idea sobre “terceras vías” siempre constituyen una
variante dentro de la izquierda, y en ningún caso debemos considerar a estas
tesis, como síntesis o ecualización entre la izquierda y la derecha.
Dicho lo anterior, se desprende que desde la opinión que caracteriza este
ensayo, las ideologías políticas continúan siendo las dos clásicas, con sus
grados de adecuación y adaptación, y con las políticas propuestas por los
Partidos, como última expresión de los matices. Es en virtud de ello, que la
izquierda al encontrarse acorralada por el progreso de los gobiernos de
derecha, decide “combatir al enemigo con sus propias armas, lo cual no es
naturalmente un invento del señor Giddens y sus emuladores. Ya el canciller
Bismarck estableció el primer sistema de seguridad social del mundo para
combatir a la socialdemocracia” (Saña).
Y si bien las terceras vías lejos de constituir una alternativa
cualitativa al sistema liberal-capitalista, solo pretenden aproximarse por
conveniencia electoral, constituyendo en el mejor de los casos, a una burda
variante del mismo. Pero aun así, la proximidad en el terreno económico en
ningún caso implica que las “otras” diferencias entre la izquierda y la derecha
hubiesen desaparecido. Aun tendremos como elementos diferenciadores entre la
derecha y la tercera vía, la ética de la Razón (falaz) de la Izquierda,
respecto de las tradiciones costumbres y principios de la moral de la derecha.
Una vez más es preciso recordar que para la derecha, la economía y el
sentido de propiedad constituyen elementos derivados de la aplicación universal
del concepto de libertad y legalidad, mientras que para la izquierda, la
economía y la propiedad constituye el sentido de su existencia materialista.
Pero aun así, la izquierda seguirá arrastrado a la derecha a la discusión
dialéctica en el terreno de la economía, desvirtuando y falseando los orígenes
de una y otra doctrina, con la finalidad de ocultar la raíz materialista de la
izquierda y disimular su incapacidad consuetudinaria para administrar. El día
que la derecha se sacuda su complejo y se lance a debatir ideas en nombre se
identidad, la izquierda mucho tendrá que esforzarse para mantener sus adeptos,
a los que ha ganado sobre la base de la mentira y la demagogia.
La concepción de Habermas
Según define Gustavo Bueno en “El mito de la izquierda”, la concepción de
Habermas más que una teoría, es una idea de la izquierda actual que procede del
intento de ofrecer a sus compatriotas lo que la izquierda alemana puede ser
hoy. Intenta Habermars delimitar la idea de la izquierda principalmente con la
izquierda comunista, y sostiene “la izquierda no comunista no debe cargar en
sus espaldas con el comunismo, pero tampoco puede actuar como si nada hubiese
pasado”. También Habermars se enfrenta a la socialdemocracia, por el “exceso de
estado” que en ella se respira. La izquierda de Habermars es la del “rechazo
visceral al poder”, pero a su vez no pretende ser revolucionaria, su actitud es
la del reformismo radical, Es una izquierda que busca destacar el socialismo,
pero un socialismo basado en la en la racionalidad democrática.
No obstante, resulta difícil interpretar sus discurso respecto del estado
de bienestar y las fuentes de financiamiento, ya que por momentos da una visión
apocalíptica del estado de bienestar al que considera la encarnación de la
utopía socialista del bienestar para todos que da por agotada, razonado la
misma, en la incapacidad de los estados actuales para financiar su coste, ya
que sostiene que solo el estado puede ser poderoso económicamente hablando si
aplica un fuerte intervensionismo. Pero a su vez sostiene que no ve otra
alternativa que no pase por el mantenimiento del estado de bienestar, incluso
para los gobiernos capitalistas, a los que pone en la disyuntiva de fracasar si
destruyen la sociedad del bienestar, pero también si se proponen mantenerla.
Habermas cobra protagonismo universal cuando sostiene que “el Estado
Alemán se acabó. Lo que podemos aportar como nación es precisamente percatarnos
de la situación mundial: que la propia idea del estado nacional es la hoy la
desgracia de Europa y todos los continentes” (¿apología de la globalización?).
Y afirma que hay que alcanzar la universalidad pero desde una identidad
nacional, la identidad alemana, recuperada por la Constitución de Bonn, la
constitución que devolvió la identidad a las dos alemanias. La nación, en suma,
permanece para la izquierda de Habermans, como el soporte para el “patriotismo
constitucional”, como identidad postnacional (G. Bueno).
Desde mi punto de vista, la intencionalidad de Habermars difícilmente
alcanzará universalidad, y solo puede llegar a prender en algunos estados de
Europa fundamentalmente por el acierto (discutible) de establecer la idea del
“patriotismo constitucional” tan necesario en muchos rincones de Europa. Pero
desde el punto de vista de su nueva visión de la izquierda, y fundamentalmente
la opinión respecto del estado y su papel social, su tesis se asemeja al
socialismo libertario, él que encuentra en el anarquismo decimonónico su
aproximación utópica más semejante, y nunca desarrollada por estado alguno. El
nihilismo nunca dejara de ser una travesura juvenil. Posiblemente en el caso de
Habermars, que no es precisamente joven, no se trate de travesura, pero si de
un despiste monumental, por el cual pocos saben en donde encasillarle.
Giddens y el laborismo ingles
Poco aportaré a esta idea del pensador inglés, en principio, porque la
considero un programa electoral concebido para derrotar a la derecha, propósito
que logró, y por lo tanto, una plataforma en donde conviven el capitalismo y el
estado de bienestar.
Si no se analiza en el tiempo (siglos) el comportamiento de los gobiernos
ingleses, su democracia, la política y la prosperidad del Reino Unido, podríamos
convenir que la plataforma de Giddens fue todo un éxito, no ya por su buena
acogida electoral, sino por los niveles de grandeza alcanzados por el Reino
Unido. Pero no es así, Inglaterra, mas allá de los pensadores, gobiernos y
propaladores de ideas, desde siempre su sociedad conservadora ha demostrado
estar a la vanguardia de la humanidad y muy por encima de sus gobiernos. Ni la
ultracosnervadora Margaret Thatcher , ni el liberal de izquierdas Toni Blair,
han variado sustancialmente el rumbo de Inglaterra en los últimos 20 años,
aunque siempre han demostrado respecto por las ideas que en cada momento se
imponen según el paso de los EE. UU.
Lo que los Ingleses no aceptan son los híbridos (y de ello debemos tomar
lección y aprendizaje), y entre M. Thatcher y Blair estuvo J. Major, de quien
la historia ni su pueblo seguramente se recordarán.
Si se quiere seguir el ejemplo de una democracia moderna (en toda época),
de su excelsa vida política y del progreso social de su sociedad en un marco de
costumbrismo envidiable, no miremos hoy a Giddens como la novedad, sino a la
Inglaterra histórica, de la que Manuel Fraga aconseja a los políticos a seguir
una “vida centrada, que no sigan senderos alejados de los grandes movimientos
ideológicos anglosajones, los que permite gobernar un Estado que tiene una
plasticidad extraordinaria”. Punto.