jueves, 18 de junio de 2009

KEYNES Y SUS IDEAS REVIVEN CON FUERZA

Las últimas entradas en las que he hablado de la bolsa, han sido para presentar un mercado que espero bajista (aunque se resiste bien es cierto). Los motivos dos, 1) que no veo que las cotizaciones bursátiles actuales de las empresas se adecuen a la realidad económica, y 2) que como no he comprado en todo este rebote, SOY BAJISTA, y quiero que la bolsa baje poder entrar. Así somos y así nos comportamos en el mercado. Lógico ¿no?.
En mi opinión hay tres razones técnicas para pensar que la bolsa ESTÁ CARA: 1) el PER (relación entre la cotización y el beneficio) actualmente de las bolsas, es de 17 veces, cuando en las crisis del 74 y 82 eran de 7 veces. 2) El rebote desde los mínimos de marzo que está de media entre un 25 y un 35%, no se debe a ninguna señal de recuperación económica, sino según mi criterio, a cuestiones psicológicas que son las que en última instancia mandan y distorsionan los mercados y 3) Si algunos indicadores estarían mostrando una inflexión en la curva de deterioro económico, en ningún caso esto se relaciona con el consumo, (fuente genuina del crecimiento económico) sino con el GASTO PUBLICO, lo cual nos está llevando a que el déficit público se dispare con las nefastas consecuencias que ya conocemos.
Conclusión, que un incendio no se apaga con gasolina, y eso es lo que están haciendo gobiernos y Bancos Centrales en este momento. Así como hubieron en la historia tristes burbujas que inflaron artificialmente los precios y aun no hemos aprendido lo perverso que ello es para la sociedad y su economía, tampoco hemos aprendido a que el gasto publico desmadrado, termina inexorablemente reflejándose en la inflación, que es la mejor forma de empobrecer la población que menos capacidad económica tiene.

jueves, 11 de junio de 2009

Recuperar el autentico capitalismo, un desafío social

Quizás una buena forma de encontrar la raíz de los vocablos y las teorías, sea recurrir al diccionario. En este caso, el diccionario de la Real Academia, define al capitalismo como: “Régimen económico fundado en el predominio del capital como elemento de producción y creador de riqueza”. He destacado la palabra predominio, que según el diccionario significa: “Poder, superioridad, influjo o fuerza dominante que se tiene sobre alguien o algo”. ¿Sobre que ejerce tal superioridad el capital?, sobre la otra parte del sistema, la que conforman el trabajo. Hasta aquí, y cuando el estado como organización social, política y jurídica, no existía o no tenia el poder que hoy tiene, los desbordes del capital sobre el trabajo fueron una realidad. La historia demuestra que costo muchas, muchísimas vidas, pero se consiguió, instalar los derechos de trabajados, derechos que fueron conquistados por la sociedad, y que depositó en el Estado velar por su cumplimiento. Cuando este esquema funcionó, el capitalismo creo riqueza, bienestar y elevó la expectativa de vida de los hombres y mujeres, como hace 100 años nadie hubiese soñado. Allí, en la reunión inteligente del Estado de derecho, el capital y el trabajo, radicó el éxito del sistema. Pero también debemos observar que, el sistema se ha pervertido y fracasado el capitalismo, cuando el capital ha ejercido su predominio (superioridad, influjo o fuerza dominante) sobre los Estado, desnaturalizando y subvirtiendo de esa forma el monopolio de la justicia que la sociedad entregó al Estado, y de ese modo, se perdieron derechos y se desvirtuó la relación triangular, capital, derecho, trabajo.
La otra parte del éxito del capitalismo contemporáneo en el ámbito mundial, se debe en gran parte, a que el sistema de referencia por antonomasia con el que cabía contrastar los resultados de su aplicación, el comunismo, ha fracasado estrepitosamente.
Pero también tiene absoluta valides un dicho anónimo que reza “bajo el capitalismo, el hombre explota al hombre, con el comunismo ocurre exactamente lo contrario”. Esto es definitivo, y solo se puede evitar, por el cumplimiento a rajatabla de la ley, del Estado de Derecho.
Esta demostrado que quienes en otra época fueron defensores del comunismo soviético y que hasta hace algunos años defendían con admiración su aplicación universal como la mejor forma de organización política y social, hoy son los primeros arrepentidos, y disimulan elegantemente su conversión, y en cuando les toca gobernar, no dudan en adoptar políticas de corte capitalista, auque para “la galería”, definan sus a gobiernos como terceras posiciones, centroizquierda (cada vez más centro que izquierda), o simplemente socialistas a secas, evidenciándose en muchos casos el abandonando de la denominación de socialdemócratas, por estar esta definición un tanto devaluada, al menos en la Europa que la vio nacer.
Los nostálgicos y melancólicos que aun añoran la revolución bolchevique y sus consecuencias, precisamente por su misma condición, han quedado fuera de la historia e invalidados de participar de las nuevas consignas que requiere la mundialización, si bien es justo reconocer, que de ellos debemos asimilar, aunque más no sea en forma marginal, la utopía y el romanticismo que les caracterizó, dos condiciones necesarias para llevar a cavo las transformaciones sociales pendientes y necesarias. También es correcto afirmar, que sin ellas, las transformaciones del tejido social pendientes se constituirían en una utopía inalcanzable, pero si que todo cambio heroico, implica una fina combinación de racionalismo y utopía.
Entre los “extremos” de la organización social, otrora con amplia militancia en ambas concepciones, hoy vemos que la participación ciudadana no es relevante en esos cuadros, entre otras cosas, porque la preocupación de la sociedad contemporánea, se decanta por otras y bien diferentes cuestiones, relacionadas con el consumo, el bienestar, las practicas lúdicas, banales o hedonistas, o sea, lo que hoy se denomina, calidad de vida.
El trascendentalismo ha pasado de moda; las ideologías –que no es lo mismo que las ideas- perecieron y resultaron sepultadas por un chabacano y dialéctico debate mediático carente de rigor. Hoy es más frecuente que los políticos discutan por televisión, que no en el parlamento, donde todo está amañado de antemano. Muchas veces nos hemos alegrado por la defunción de las ideologías, y así, equivocadamente, creímos que la respuesta a semejante cambio, conllevaría a un mundo más armónico, solidario, justo y pacifico. El presente nos demuestra que habíamos caído en un error, pero lo que es peor, el futuro, de no mediar cambios, se puede tornar insoportable por la incertidumbre que se presenta ante la falta de alternativas que remedien las injusticias vigentes.
Desde el nacimiento y definición de la organización social, entre los diferentes sistemas que adoptaron las diversas civilizaciones, siempre existieron formas del pensamiento contrapuestas, que discurrían desde las moderadas a las revolucionarias; de la defensa a ultranza del “régimen imperante”, a los que propiciaban un “nuevo régimen”; de las que alentaban el poder absoluto y el despotismo a las libertarias; de los totalitarismos a la libertad republicana defensora de la división de poderes y la dignidad del hombre. En definitiva, la historia se debate siempre entre los que creen en el hombre, con sus virtudes y miserias, y los que lo aborrecen, desprecian y ningunean, para erigirse ellos, los supremos y poderosos, en artífices y depositarios del poder.

Que le ocurre con el capitalismo en nuestros días

Está claro que salvo excepciones, el mundo económico occidental responde a la estructura capitalista. Además celebramos la incorporación de países, hasta hace poco comunistas y que pertenecían a la antigua URSS, a la Unión europea y últimamente, el ingreso de China en la Organización Mundial del Comercio, que Rusia se incorporé al G7 y ¡hasta a al OTAN!.
Es natural que cualquier referencia que se realice a la condición de vida de los habitantes del mundo, quienes participan del capitalismo, no encontrarán dificultad para aseverar que la calidad de vida de sus ciudadanos, supera en todos los índices, a los habitantes del mundo no capitalista.
Sin embargo, no hace falta estar muy informado para ver que en gran parte del mundo, el capitalismo encuentra cada día más opiniones que lo injurian y maltratan hasta ponerlo como un sistema perverso e inhumano, presentando a los capitalistas como unos señores que se desvelan, pensado como ganar más y más dinero (algo natural, si lícito), pero a costa de machacar al trabajador. Y como algo de razón hay en ambos extremos, ósea, entre los que halagan y los que condenan, alguna explicación debemos encontrar a esa dicotomía. Quizás recurriendo a comportamientos éticos encontremos la mejor explicación, la más inteligente, para luego intentar actuar en consecuencia.
Sin lugar a dudas, parte del problema, de difícil por no decir de imposible solución, está en el fundamentalismo dialéctico, o simplemente en el cinismo o la mentira que reduce los problemas reales que padece dos terceras partes de la población mundial al capitalismo. Eso profetizan muchos encumbrados disertantes que ejercen en cuanta oportunidad se les presenta como los salvadores de la humanidad. Ante esas conductas poco cabe hacer, y algunas de esas practicas parecen haberse entronizado de algunos adalides carismáticos, que utilizan tribunas en reconocidos foros, ya sea en Davos, Nueva York, o Seatle, para los capitalistas, o los “sociales” de los antiglobalización, para lanzar consignas demagogicas alejadas de lo que la gente quiere o necesita.
Un segundo problema, y este para mí el de mayor envergadura, pero de posible solución si se aplica la ética de la inteligencia, radica en la desaforada concentración del poder empresario, amparado, cuando no propiciado, por los propios gobiernos que renunciaron a ser los garantes de la defensa de la competencia, la libertad de comercio y de trabajo, tentados y comparados por el embrujo del dinero. No está de más recordar, que la “ley de bronce” del capitalismo, es la oferta y la demanda universal, o sea, la competencia en su más amplio concepto, lo cual está reñido con la concentración, el oligopolio y las regulaciones. Pero también es bueno recordar que el capitalismo tiende por defecto a la concentración económica y por ello, es imperioso para la preservación del sistema, imponer controles para evitar tal concentración afecte a la sociedad y a la competencia comercial.
La aparentemente inofensiva y celebrada estrategia de fusión de empresas, que comenzó en norteamericanas a comienzos de la década de los 90 y años más tarde en Europa, desató una inusitada euforia bursátil que fue un aporte sustancial a la tasa de crecimiento económico, la que parecía impulsado por una fuerza invisible, que como por arte de magia, se visualizaba mediante crecimientos económicos de magnitudes envidiables. Este espejismo subvirtió el sistema, dando lugar a la postre, a la proliferación de quiebras millonarias y calamitosos trastornos sociales. Allí esta la “eléctrica” Enron como ejemplo supremo de estafa y corrupción en la cuna misma del Estado de Derecho y el capitalismo.
Pero sin llegar a esos extremos fraudulentos, las nuevas formas de las políticas empresariales, está minando su propia esencia, imponiendo una nueva versión de la “esclavitud laboral” a la que somete a sus empleados, sin diferenciar condición o puesto que ocupen en la organización. Estas prácticas incluyen una jornada laboral sin límites razonables, o la desnaturalización de una excelente política laboral de “objetivos”, la que tornase desmedida y salvaje, somete al trabajador a una insoportable presión que lo destruye como persona. Debemos recordar que no existe capitalismo sin ética, de lo contrario se rata de otra cosa.

En fin, todo ello me lleva a afirmar que las deficiencias económicas y sociales no están en el sistema capitalista, tal como hemos entendido el capitalismo desde siempre, -el de la sumatoria armoniosa del capital y el trabajo fecundo, bajo estrictas reglas de convivencia, y con beneficios individuales y colectivos-, ni tampoco en los empresarios creadores de riqueza, ni en la modernización de los medios de producción que conlleva a la productividad, ni en los beneficios económicos, razón de ser de una empresa, sino que el mal radica en la “cultura del pelotazo”, en los inescrupulosos que juegan a empresarios, cuando en realidad actúan como especuladores o administradores desaprensivos de fondos basura que manejas miles de millones, y que eufemísticamente llaman “fondos de inversión”. El mundo entero está inmerso en estas prácticas depredadoras que la izquierda maligna llama "capitalismo salvaje", cuando en realidad se trata de actividades corruptas vinculadas en muchos casos al blanqueo de dinero o la usura, las que están dejando en la ruina a trabajadores y familias que creyeron pertenecer a grandes y sólidos grupos empresarios, que no eran más que una máscara o tapadera de actividades delictivas.
Por el bien y honra del capitalismo tradicional que debemos recuperar, vallan los conceptos vertidos en este artículo".

Carlos Vázquez Dieguez
Pamplona, 7 de febrero de 2002

sábado, 6 de junio de 2009

EL MONO Y EL GATO

Tenía el señor don Gil
hombre amigo de cucañas
rebosando de castañas
un estupendo barril

Enviáronle de Tetuán
un mono de pocos años,
que por sus muchos amaños
se llamó el Gran Capitán

Entró nuestro mono un día
de don Gil al aposento
y ocurrióle en el momento
una extraña fechoría:

Del barril logró sacar
de castañas un puñado
y en la estufa, con cuidado
echólas luego a tostar.

Alegre como unas pascuas,
da el comerlas por seguro,
más hallóse en gran apuro
al mirarlas hechas ascuas.

Y notando a Zapirón
que en blando cojín dormía,
díjole: "Ven vida mía,
dueño de mi corazón.

Aquí podrás eludir
el duro rigor del frío;
no tardes, amigo mío;
tu ausencia me hace sufrir".

Con zalamero ademán
y el espinazo encorvado,
paso a paso fuese andando
el gato hacia el Capitán.

Y éste, de dulzura lleno,
le dijo: "Acércate más,
acércate y dormirás,
reclinado aquí en mi seno".

El buen gato la cabeza
reclina con donosura,
y el mico por la cintura
agarrólo con destreza.

Y tomándole una mano
barre con ella la estufa;
Zapirón se encrespa y bufa
y pide venganza en vano.

Pues el monazo traidor
dice: "¡Calla vil gatillo,
y agradece que me humillo
a aceptar de tí un favor.

Si acaso mi acción no es buena,
al hombre debes culpar,
pues él me enseñó a sacar
la brasa con mano ajena!"

Ricardo Carrasquilla
Poeta y escritor colombiano
(N. 22 de agosto de 1827, Quibdó; m. 24 de diciembre de 1886, Bogotá)