Vivencias vividas (3)
Aunque no seamos consientes, todos en mayor o menor medida tendemos a tener pensamientos o ideas irracionales, que en líneas generales se corresponden con situaciones imaginarias que en el 85% de los casos, nunca van a ocurrir. Sin embargo, cuando se instalan en nuestra mente ese tipo de pensamientos, el daño que producen es monumental. Parece mentira que algo que tienen mas posibilidades de no ocurrir que hacerse realidad, pueda trastornar nuestra vida, pero esa es la verdadera desgracia que padecen quienes hacen de estos pensamientos una costumbre cotidiana y recurrente.
Casi siempre las creencias irracionales brotan de la tendencia humana de ver el mundo algo deformado, y de hacer afirmaciones irreales de lo que ha ocurrido, cuando no de las propias afirmaciones exigentes e imperativas tales como: “debería ocurrir”; “es necesario que ocurra” “tendría que suceder….”
En el momento que la persona convierte un deseo en horrible necesidad, en exigencia absoluta, las afirmaciones irracionales se originan casi inevitablemente.
En una oportunidad leí un libro en el que gráficamente indicaba que este tipo de pensamientos se originan como si estuviésemos ante una charlatana que nos machaca con sus cuentos. Si somos proclives a prendernos al cuento que nos cuenta la charlatana, nos disponemos a entrar en bucle exponencial entre nuestra imaginación y lo que nos “cuenta” esta chismosa que, según reza la mazurca de Vaccarezza es una “calumniadora que vive cortando yuyos; no lavan los trapos suyos y los ajenos quieren lavar”.
La imagen es muy gráfica, y nadie en su sano juicio puede hacerse eco de semejante personaje y sus invenciones, pero si nos miramos hacia adentro veremos que en más de una oportunidad caemos en la trampa que nos tienden los pensamientos irracionales.
Por lo tanto de lo que se trata, es de ser consiente de que se nos está instalando en nuestra mente un pensamiento insano y lo que corresponde hacer, es reemplazarlo por hechos contrastados y positivos.
Un típico ejemplo tenemos cuando esperamos que alguien nos llame por teléfono (sin que se nos hubiese confirmado que nos llamarían) y la llamada no llega. En este ejemplo pueden ocurrir dos situaciones: 1) pensar que si no nos llaman es porque no pude, o no quiere (está en su derecho), lo cual por otra parte ha ocurrido otras veces; o 2) pensar que una desgracia puede haber sucedido. En el primer caso recurrimos a la experiencia e instalamos en nuestra mente hechos contrastados; en el segundo caso entramos en la irracionalidad de querer preocuparnos hasta límites insospechables. Ustedes mismos saquen sus conclusiones del camino a seguir.
Si queréis tener una guía de las ideas irracionales, os dejo un capítulo de uno de los cursos de Crecimiento Personal que se dictan en el Teléfono de la Esperanza. (AQUÍ)